CUANDO LAS DECISIONES OCUPAN EL LUGAR DE LAS
LAGRIMAS...
Las lágrimas no
derramadas duelen porque se acumulan en nuestro interior en forma de malestar.
Es entonces cuando la impotencia y el desánimo se apoderan de nosotros.
¿Por qué no lloramos?
A veces, una profunda
angustia nos invade, se forma un nudo en nuestra garganta y nuestra mente
parece quedar secuestrada en un callejón sin salida. La tristeza sale a escena,
mientras que la impotencia por lo sucedido nos atrapa. No podemos hacer nada,
por mucho que lo intentemos. Ni siquiera las lágrimas tienen el valor de
asomarse a través de nuestros ojos, para caer por nuestras mejillas y ayudarnos
a desahogarnos.
¿Qué
sucede? ¿Por qué no lloramos?
Son muchas las
personas que tras sufrir una situación negativa de gran impacto son incapaces
de liberar su dolor. Lo sucedido les ha conmovido tanto, que de, algún modo,
han quedado bloqueadas, encerradas en un sufrimiento que les arrebata cualquier
posibilidad de expresar cómo se sienten.
Es una sensación amarga.
Quieren llorar y no pueden; incluso, desearían poner palabras a esa sensación
que les invade, pero son incapaces. El problema es que el malestar se hace cada
vez más grande; como si, poco a poco, las lágrimas no derramadas, les ahogasen
por dentro.
Profundicemos. “Casi muero por todas las
lágrimas que no derramé”.
¿Por qué no puedo llorar?
La imposibilidad de
llorar puede estar asociada a diversas causas: desde una enfermedad hasta
bloqueos emocionales; de ahí que, en primer lugar, sea importante descartar
cualquier causa a nivel fisiológico.
Por ejemplo, el
síndrome de Sjögren es un trastorno auto-inmunitario que se distingue por la
destrucción de las glándulas que producen las lágrimas y la saliva, aunque
también puede dañar otras partes del cuerpo. Lo que provoca síntomas como el
ojo y la boca secos. Por esta razón, es importante acudir al médico, antes que
asumir que lo ocurrido se debe a problemas psicológicos, como una depresión.
Causas psicológicas
Una vez descartadas
las causas fisiológicas es momento de navegar por el universo psicológico de la
persona para saber qué sucede. En este caso es importante tener presente que no
todas las personas gestionan los problemas de igual modo. Cada uno tiene su
forma particular de enfrentar la realidad, sus tiempos de reacción y su bagaje
de estrategias. Por ello, habrá quien sea capaz de liberar sus emociones
fácilmente, quien necesite un mayor tiempo para procesar lo sucedido y quien,
por alguna razón, quede bloqueado debido al fuerte impacto.
Así, cuando el
problema tiene un origen psicológico, suele estar relacionado con una mala
gestión de las emociones. Lo cual puede ser algo puntual, pero también derivar
en depresión junto a otros factores. Incluso, si la imposibilidad de llorar se
experimenta durante un proceso de duelo y este se alarga en el tiempo, podría
indicar la presencia de un duelo patológico.
No obstante, es
importante tener presente qué significa llorar para la persona, ya que, en
ocasiones, existe la creencia de que es algo negativo o de personas débiles,
por la educación recibida. De ahí, que muchas personas tiendan a reprimirlo por
temor a ser consideradas como frágiles o vulnerables, hasta convertirse en un
automatismo. O incluso, puede que les dé miedo entrar en contacto consigo
mismas. El problema es que esto no favorece la salud y, a veces, facilita la
acumulación de ira, rabia y agresividad o incluso, la somatización.
“Las lágrimas derramadas son
amargas, pero más amargas son las que no se derraman”.
Las lágrimas son tan
necesarias como las sonrisas. Si bien es cierto que no tienen el poder para
resolver aquello que nos sucede, suavizan tensiones, alivian la tristeza y
facilitan a la persona conocerse y conectar con los demás.
Las lágrimas son
parte de nosotros, son un mecanismo de defensa y desahogo, es decir, un modo de
liberar la tensión acumulada, independientemente de la situación. Por ello, es
importante permitirse expresarlas. Llorar ayuda al cuerpo a volver a su estado
de homeostasis, es decir, a recuperar el equilibrio, tras haber sido alterado.
Técnicas de desahogo
emocional
Reprimir el llanto o
ser incapaz de llorar conlleva una acumulación de malestar. Es como estar a la
deriva en un océano de sufrimientos, sin tener ningún salvavidas ni tierra a la
vista. No obstante, existen algunas estrategias que pueden ayudarnos a
descargar la tensión acumulada y, finalmente, comenzar a expresar nuestras
primeras lágrimas:
REFLEXIÓN INTERIOR
Una técnica para
descender hacia nuestras profundidades. El primer paso es preguntarse qué es
aquello que nos entristece o que nos impide encontrarnos bien. Una vez
identificado, trataremos de respondernos en primera persona: me siento…, me
duele que… y seguidamente, pensaremos en cómo actuar en el futuro y qué
podríamos hacer para alcanzar la tranquilidad que tanto necesitamos.
Escritura
terapéutica.
Escribir es una forma
de sacar al exterior cómo nos sentimos, es decir, de liberar sentimientos y
desenredar esa madeja interior que tanto nos paraliza. Este ejercicio consiste
en escribir sobre nuestros sentimientos sin pensar como queda. Lo importante es
hacerlo de forma natural.
Revisar creencias.
Indagar sobre nuestra concepción sobre el llanto es importante. Quizás puede
que descubramos ciertas restricciones o mitos que si los desterramos nos
permitan llorar. Pensamientos como “Llorar es de débiles”, “los hombres no
lloran” o “llorar no va a solucionar nada” son un ejemplo de ello.
Hablar con una
persona de confianza. Recurrir a esa persona que nos escucha, que nos acoge y
apoya puede ser una opción para sentirnos comprendidos y liberar cómo nos
sentimos. Ahora bien, no vale todo el mundo, sino aquellos que nos transmiten
confianza, seguridad y calma.
Llorar es un acto
liberador y saludable. Es capaz de transformar la tensión experimentada en una
expresión de nuestro mundo interior. Nos ayuda a liberar la presión interior de
la que, a veces, somos presos; es decir, facilita la descarga emocional y nos
relaja. De esta forma, nos comenzaremos a sentir más seguros y podremos
observar lo ocurrido desde otra perspectiva.
Además, las lágrimas
también comunican; de hecho, son consideradas como una llamada a la empatía y
al apoyo de los demás. Aparecen cuando las palabras no alcanzan a describir lo
que desborda el alma, cuando somos incapaces de describir cómo nos sentimos por
su intensidad.
Llorar no es signo de
debilidad, sino de valentía. Del valor para comunicar la profundidad de
nuestros sentimientos, de cómo nos encontramos. Como decía el escritor
estadounidense Washington Irving “Hay algo sagrado en las lágrimas. No son
señal de debilidad sino de poder. Son las mensajeras de una pena abrumadora y
de un amor indescriptible”.
Aunque nos pueda
parecer increíble, Yahweh las reconoce, y también las guarda en una vasija:
Tehilim/Salmos 56:8 “Tú cuentas los pasos de mi vida errante; recoge
mis lágrimas en tu frasquito; ¿no están todas en tu libro?”
“Las lágrimas son la
sangre del alma”
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