14/4/20

"Libros que se mencionan en la Escritura y no están"

Hace unos 2600 años comenzó una discreta contienda al interior del Judaísmo. Poco a poco, fue incrementando y llegó a su primer gran clímax en el siglo previo a la Guerra Macabea. Ya durante la época de esplendor del Reino Hasmoneo, logró su mejor y mayor intensidad. Fue, literalmente, la Guerra de las Biblias. Tenemos evidencia consistente para saber que el concepto básico para la organización de los Escritos Sagrados del pueblo de Israel data de antes de la invasión babilónica. Con ello me refiero a la estructura bien conocida basada en tres secciones: Toráh o Instrucción de Yahweh, Neviim o Profetas, Ketuvim o Escritos. 
En el Tanaj (Biblia Hebrea o mal llamado Antiguo Testamento) se mencionan varios libros que hoy se encuentran completamente perdidos, pero que dan fe de que entre los siglos X y VI AEM ya se tuvo bien clara esta noción. Por ejemplo, se mencionan varios libros que evidentemente componían una sección muy similar a nuestros actuales Neviim (profetas). Son los siguientes: 
1. El libro de los Hechos de Salomón, mencionado en I Reyes 11:41 
2. El libro de las Crónicas del Profeta Natán, mencionado en I Crónicas 29:30 
3. El libro de las Crónicas del Vidente Gad, mencionado en el mismo pasaje 
4. Los libros del Profeta Natán (que seguramente incluían los Hechos de Salomón), mencionados en II Crónicas 9:29 
5. El libro de Profecías de Ahías Silonita, mencionado en el mismo pasaje 
6. El libro de Profecías del Vidente Iddo, mencionado en el mismo pasaje 
7. Los libros del Profeta Semaías, mencionados en II Crónicas 12:15 
8. El libro de las Palabras de Jehú, mencionado en II Crónicas 20:34 
9. Los Hechos de Uzías, escritos por el profeta Isaías, mencionados en II Crónicas 26:22 
10. Las Palabras de los Videntes, mencionado en II Cónicas 33:19 (aunque podría tratarse de una mención generalizada a toda la sección). 
Además, en los libros de Crónicas siempre se mencionan “las crónicas de los reyes de Yahudáh” como un libro distinto y más extenso, dando a entender claramente que los que actualmente tenemos (tanto I y II Reyes como I y II Crónicas) serían versiones condensadas de las crónicas oficiales, evidentemente perdidas. 
Aparte, se mencionan otros que podrían haber sido parte de una sección como la de los Ketuvim: 
1. Los tres mil Proverbios de Salomón, mencionado en I Reyes 4:32 
2. Los mil cinco Cantares de Salomón, mencionado en el mismo pasaje.
Hay, además, otros que resulta imposible decidir cómo clasificarlos: 
1. El libro de las Batallas de Elohe, mencionado en Bemidbar/Números 21:14 
2. El libro de Yasher, mencionado en Yahoshua 10:13 y II Shemuel 1:18 NOSOTROS YA LO TENEMOS INCLUIDOS DENTRO DE NUESTRO CANON, pero (circula un Libro de Yasher FALSO en la actualidad, pero es un hecho que no es el original, sino una obra medieval) 
3. Libro de Eclesiástico del cual se han encontrado manuscritos en el Qumrán y que se conoce que era usado por los yisraelitas como “el libro de la moral” del cual los restos encontrados estaban escritos en hebreo y más tarde se encontraron copias en griego, dando a entender que se usaba como material de sabiduría entre el pueblo de Yisrael, el sacerdocio y los sabios de la antigüedad. Fue rechazado únicamente por el protestantismo. Este manuscrito esta lleno de palabras llenas de sabiduría por excelencia y aunque no se ha cotejado si la versión que existe está bien traducida, no quita en absoluto, que podamos aprender de su sabiduría. "Doctrina de entendimiento, y de conocimiento, grabó, en este libro, Yahoshua, hijo de Sirack, de Eleazar, el jerosolimitano que desbordó sabiduría de su corazón..." El original fue escrito en HEBREO, y la traducción griega se considera obra de un nieto de Ben Sirac unos 60 ó 70 años después. Hoy se dispone de copias del texto hebreo manuscritas por los judíos caraítas en el siglo IX, encontradas en el depósito de una sinagoga de El Cairo, así como de fragmentos de manuscritos copiados en el siglo I o antes, encontrados en Qumran, (Eclesiástico 6:14-15; 6:20-31; 51:13-19. Manuscritos 2Q18 y
11Q5XXI. (y en 1964 encontrados en la fortaleza de Masada). Actualmente se dispone de dos tercios del texto hebreo: 1108 pasukim, con respecto a los 1616 del total del texto griego. 
¿Por qué estos libros no llegaron a nuestras manos? Porque, casi con toda seguridad, fueron destruidos durante la invasión babilónica. Por supuesto, no todo se perdió. Hasta el momento de la invasión babilónica ya se habían escrito también los siguientes libros: 
1. Amós, en el Reino de Samaria 
2. Oseas, en el Reino de Samaria 
3. Isaías, en el Reino de Yahudah 
4. Miqueas, idem 
5. Sofonías, idem 
6. Jeremías, idem 
7. Najum, idem 
8. Habakuk, idem Se podría deducir que, por lógica, también existían ya los libros de Josué, Jueces, I y II Samuel, I y II Reyes, I y II Crónicas, Salmos, Proverbios, Cantares, Eclesiastés y Rut
Me refiero a esto: cuando los escribas judíos regresaron del exilio en Babilonia, bien pudieron encontrar restos y fragmentos de los libros que ya mencionamos como “perdidos” (y tal vez hasta de otros más), y todo ese material lo rescataron, reconstruyeron y editaron, logrando con ello los libros que ahora tenemos en la Kitbé HaKodesh (Sagrada Escritura)y los que ya hemos incluido por ser considerados INSPIRADOS. 
Por lo menos, sabemos que eso sucedió en el caso de la Toráh. Los códigos legales de la época (nos referimos a la etapa Yisraelita previa a la invasión babilónica) se elaboraban en piedra (como el Código de Hamurabi, en Babilonia). Por lo tanto, sus estructuras literarias no eran demasiado complejas. En su versión original, el contenido de la Toráh debió estar claramente organizado en lo que es estrictamente legal (actualmente repartido en Éxodo y Deuteronomio, básicamente), lo que es estrictamente litúrgico (leyes dadas al sacerdocio y para el sacerdocio) (actualmente condensado casi por completo en Vayigrá/Levítico), lo que es estrictamente narrativo (actualmente disperso en Shemot/Éxodo, Bemidbar/Números y Devarim/Deuteronomio), y es muy probable que lo que podríamos llamar “historia antigua” (actualmente contenida en el libro del Bereshit/Génesis) estuviese por separado. 
Los escribas de la época del regreso de Babilonia, bajo el liderazgo de Ezrá, recuperaron todo el material y lo organizaron en la forma que conocemos hasta la actualidad (cinco libros divididos en 52 secciones y conocido como “JUMASH”. Por eso, la propia tradición yahudí recuerda a Ezrá como “aquel que nos devolvió la Toráh”. 
Para atar cabos y darle coherencia a todo esto, vamos imaginando cómo pudo ser el proceso: PROCESO “Desde que Dawid consolidó el Reino de Israel hacia el siglo X (A.D.M), las Kitbé Hakodesh consideradas “sagradas” debieron recibir su primer modo de organización. Podemos decir que fue la primera versión de la Biblia (recopilada): los códigos legales de la Toráh, las instrucciones de cómo llevar a cabo los sacrificios en el Tabernáculo, las indicaciones para la celebración de las Moedim, y los relatos sobre los orígenes de la humanidad y del pueblo yisraelita, fueron complementados con los libros de Shemuel, y
durante los siguientes cuatro siglos, con los de otros videntes y profetas. 
Conforme a la usanza de la época, estos autores no sólo escribieron sus profecías y visiones, sino también llevaron la crónica de los hechos de cada rey. Esa era la situación cuando vino la invasión babilónica. Como solía suceder, la invasión no sólo implicaba tomar prisioneros y deponer gobernantes, sino destruir desde su estructura interna al reino que se había conquistado. Una estrategia clásica está muy bien descrita en el libro de Daniel, y era bastante antigua para entonces (el primero en usarla fue Tutmosis III de Egipto, mil años antes que Nabucodonosor): tomar a los jóvenes aristócratas del reino conquistado y llevarlos a la capital del Imperio para re-educarlos en la cultura e ideología imperial, de tal modo que cuando regresasen a ocupar sus cargos relevantes, la provincia fuera dirigida en un modo perfectamente acoplado a la política de los emperadores. Por ello, los babilonios debieron destruir la mayor cantidad de documentos (ya fuesen en piedra o en pergamino) que encontraron. Yahrusalaim se mantuvo destituida durante medio siglo, aproximadamente, hasta que la situación política vino a cambiar: Ciro el Persa conquistó Babilonia y permitió que los judíos regresáramos a nuestra tierra ancestral. Allí fue donde Ezrá se levantó como el gran líder espiritual de esa generación. Al frente de un grupo de escribas y de sacerdotes y levitas, dirigió el proceso de restauración del pueblo yisraelita como práctica religiosa. Y eso, obviamente, incluyó la restauración de las Kitbé haKodesh (Escrituras Sagradas). 
Lo podemos ver claramente en Nehemías 8:1-10, donde se nos narra el momento en que Ezrá hizo la primera lectura pública del Rollo de la Toráh.
Su labor de restauración está preservada en dos singulares y ha quedado grabada en las tradiciones judías (no por ser una tradición judía quiere decir que debemos descartarla, porque hay cosas de tradición que hablan de HISTORIA Y FORMAS y no son contrarias a la Torah. La que viene del Talmud y es muy escueta. Simplemente dice que “la Toráh se había olvidado, pero Ezrá la restauró” (Sukka 20a). Y en la literatura apocalíptica, en el libro conocido como IV Esdras, se cuenta que al regresar de Babilonia, Ezrá descubrió con horror que todos los libros sagrados habían sido destituidos. Esa misma noche, Elohe le reveló por medio de un malaj(Angel) que él sería el medio para la restauración de las Kitbé haKodesh, y que al día siguiente debería preparar a su equipo de escribas. 
Se trasladaron a las afueras de Yahrusalaim, y cuando llegaron al lugar de trabajo había un cáliz con un líquido “color de fuego”. Ezrá bebió el contenido, entró en trance, y comenzó a dictar. Sus escribas transcribieron todo lo que dijo, y de ese modo se recuperaron las ESCRITURAS. Más allá del tono evidentemente legendario de esta última anécdota, lo que vale la pena señalar es que se preservó la memoria de que, en un momento crucial, Ezrá estuvo al frente del trabajo de recuperación de las Escrituras de Israel. Junto con su equipo de escribas, muy seguramente se dedicaron a recuperar todo aquello que resultara útil, y poco a poco le fueron dando una nueva forma. De ese modo surgió la versión definitiva de la Toráh, los libros de Yahoshua, Jueces, I y II Shemuel, I y II Reyes, I y II Crónicas, nuevas versiones de los Tehilim/Salmos y los Mishlé/Proverbios, y las versiones casi definitivas de Isaías, Miqueas y Habakuk.
Podría decirse que, con ello, se regresó a la normalidad: un pueblo practicando su propio CAMINO DE FE en su propio país, y disponiendo de un sistema cultural celebrado en el santuario de Yahrusalaim, una casta sacerdotal a cargo de ese sistema, y un texto sagrado como norma básica para todo y todos. Aunque en esta ocasión hubo una situación nueva: muchos yahudí se quedaron en Babilonia, y terminaron con consolidar una comunidad que, durante los siguientes mil años, sería la capital económica y cultural del Judaísmo tradicionalista. 
Por razones tan varias como complejas, la comunidad de la Casa de Yahudah de Yahrusalaim nunca pudo alcanzar el nivel de estabilidad económica que tuvo la de Babilonia. Por lo tanto, aunque Yahrusalaim siempre fue la capital espiritual del Judaísmo, hubo épocas en las que las mayores academias y los mejores sabios estuvieron instalados en Babilonia. Si nos atenemos a la versión tradicional de los hechos, así fue como empezó a gestarse la KITBÉ HAKODESH. Pero no. No es tan sencillo. En realidad, hay evidencias dispersas pero significativas de que no todo mundo estuvo de acuerdo con la reconstrucción “oficial” de las LA DAVAR DE YAHWEH, y que desde el siglo V (AEM-Antes de la era del Mashiaj) bien pudo desarrollarse una tendencia disidente que, en resumidas cuentas, generó otra reconstrucción. Es decir, otra Biblia. De las épocas inmediatas al regreso de Babilonia y lo que podríamos llamar el “período persa” (539 a 332 AEM), no tenemos demasiada información directa. Sólo podemos especular. Pero a partir de la conquista de Alejandro Magno de la zona y del inicio del período helénico (332 AEM), cada vez vamos teniendo más
información, misma que nos permite reconstruir cómo pudo ser el desarrollo de eso que, después de la Guerra Macabea (años 167-158 AEM) se convirtió en una literal guerra de Biblias. 
En las siguientes notas vamos a explicar cómo pudo ser este proceso, mismo que ahora conocemos gracias a los avances en la investigación arqueológica y a las aportaciones de la Crítica Textual.
Una epístola anterior de Shaul de Tarso a los corintios
Aparentemente esta carta contenía instrucciones de cómo comportarse con la gente de mala voluntad. 
Se la menciona en Qorintiyim Alef/1Corintios 5,9.
Os escribí en carta que no os mezclarais con los fornicarios”.
Otra epístola de Shaul a los efesiyim/efesios
Esta carta es mencionada, aparentemente en Efesios 3,3.
que, según revelación, se me manifestó el misterio, según antes he escrito en breve”;
La carta de Pablo a los laodicenses
Esta carta es mencionada en Colosenses 4,16.
"Y cuando hayáis leído esta epístola, haced que sea también leída en la iglesia de Laodicea, y la que recibiréis de Laodicea, leedla también vosotros.
Las profecías de Yanojk/Enoc
Este libro de profecías, es citado brevemente por Yahudah/Judas en 1,14-15.
De ellos también profetizó el séptimo desde Adán, Yanojk, cuando dijo: “He aquí que viene el Adon con sus santas miríadas para ejercer un juicio contra todos y convencer a todos los impíos de todas las impiedades que cometieron y de todas las crudezas que contra El hablaron los pecadores impíos.”
Todos los libros que hoy no disponemos y que fueron citados en el Antiguo Testamento, sirvieron de base para componer otros libros y redactar la historia del pueblo de Israel.
En cuanto a las cartas que Shaul (Pablo) menciona en el Brit Jadashá (Nuevo Pacto), no llegaron a nosotros en forma de otros libros, si no, que por voluntad de Yahweh, se transmitieron mediante la Tradición.
Distribuida está información por "La Kajal Yisraelita de Yahshua Shiló"
Moreh: Yhemaelh Zeev

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