27/11/15

VEN YAHSHUA HA MASHIAJ

SHAVUA TOV (Buena semana)
Shalom, simja y berajot para todos vosotros mis amados en Yahshua Ha mashiaj.
Hoy os comparto una reflexion sobre el AHAVAH, sobre el amor que nos impusa a seguir viviendo y confiando en las manos del Eterno.
En un primer momento, puede parecer aterrorizante embarcarse en el ahavah/amor altruista. Es más fácil y más seguro amar en nuestros propios términos.
El ahavah/amor altruista, en cambio, crea el riesgo y la vulnerabilidad. Pero debemos aprender a celebrar esta nueva vulnerabilidad, pues es ella precisamente la que hace tan gratificante al verdadero ahavah/amor: la perspectiva de compartir nuestra alma con otra persona.
La mayoría de nosotros estamos dispuestos a amar, pero hemos aprendido a no confiar en los demás, a veces con buenas razones. El único modo de dejarse ir, de hacerse vulnerable, de abrirse a las posibilidades del verdadero ahavah/amor, es confiar en Yahweh y en la "imagen del Eterno" dentro de la persona a la que amamos.
Para alcanzar el ahavah/amor altruista, primero debemos aprender a amarnos a nosotros mismos, a crear armonía entre el propio cuerpo y alma. Esto significa comprender quién somos en realidad y para hacer qué hemos sido puestos en la Tierra. Significa sentirse cómodo con nuestra misión y no estar buscando distracciones. Si estamos en conflicto con nosotros mismos, ¿cómo podemos esperar alcanzar el ahavah/amor con otra persona?
Aprender a amarse a uno mismo puede ser difícil. Inicialmente, el Yo no puede coexistir con el Eterno. O bien estamos persiguiendo nuestros propios objetivos, o los de Yahweh; nos vemos a nosotros mismos o bien como un ser autofabricado y autocontenido, o como un ser creado a la imagen de quien nos creó.
Para crecer, debemos aprender a suspender nuestro Yo, a vaciarnos y hacer lugar para algo más grande que nosotros.
Si no hallamos un camino para amar a Yahweh, para amar al Eterno que reside en nuestra alma, nos encontraremos en una constante busca de ahavah/amor. Podemos inclusive volvernos hacia formas insalubres de ahavah/amor para reemplazar a esta falta de ahavah/amor interno.
Es por eso que no empezamos nuestras vidas buscando ahavah/amor. Como niños, aprendemos primero a recibir ahavah/amor de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestro ambiente. Sólo cuando maduramos podemos empezar a buscar el ahavah/amor de un extraño, de alguien que mediante el matrimonio se volverá un socio de por vida.
El ahavah/amor entre una pareja casada, el ahavah/amor entre los miembros de la familia, y el ahavah/amor entre javerim/amigos, son todos diferentes, por supuesto. Pero todos tienen una cosa en común: reflejan el ahavah/amor entre el hombre y su Creador Yahweh.
¿Y cómo aprendemos ese ahavah/amor?
Amados mios, lo aprendemos de niños, observando a nuestros padres, a nuestras familias, a nuestros maestros. Para que un niño llegue a ser un adulto provisto de ahavah/amor, debe recibir y presenciar ahavah/constantemente.
Un niño también debe aprender a apreciar a todo ser humano y todo aspecto de nuestra existencia en la Tierra.
Cada cosa en la Tierra es digna de nuestra atención y respeto, y cada persona es como un diamante. Mientras que un diamante puede aparecer manchado, debajo de la superficie hay una belleza y una gracia sin igual. Es precioso sea cual fuere su aspecto exterior, sea cual fuere el ambiente en que esté.
De acuerdo con eso debemos tratar a cada persona que conocemos. Debemos respetar su valor innato y dedicarnos plenamente a ayudarlo de cualquier modo que sea necesario. Si su capa externa parece manchada, debemos asentarlo a limpiarse. Si sus bordes parecen bastos, debemos ayudarlo a educarse y darle las posibilidades de pulirse accediendo a sus recursos interiores.
Esta es la verdadera concepción del ahavah/amor: apreciar a cada persona no importa qué sea o dónde esté, y ayudar a esa persona a volverse la mejor persona posible. Como dice este refran: "Los pecados deben ser borrados, pero no los pecadores". "No es importante amar cada cosa que haga una persona, pero sí es importante amar a la persona incondicionalmente. No hace falta aceptar las opciones del otro, ni es necesario enseñarles a nuestros hijos esas opciones. Pero aun así debemos aceptar a la persona. Aun si rechazamos la filosofía de un determinado grupo de personas, no debemos rechazar a las personas.
Amar no significa abrumar a alguien con lo que pensamos que es bueno para él; amar es apreciar la individualidad de esa persona. Amar exige la mayor sensibilidad a cada persona, empezando con nuestra propia familia y extendiéndose al mundo en general. Eso significa trascender nuestra visión estrecha y aprender a amar a todos, sea cual fuere su origen, su educación, personalidad o temperamento.
Un ahavah/amor así de altruista y sano debe incluir un grado de educación y disciplina. Esto vale tanto a nivel personal como a nivel comunitario, tanto para niños como para adultos. No basta con amar a alguien y después dejarlo solo cuando está haciendo algo dañino para sí o para otros. El ahavah/amor no significa ceder en las normas más altas. Un padre no ama realmente a su hijo cuando, por un supuesto acto de ahavah/amor, no disciplina al niño por haber hecho algo malo o dañino.
Sobre todo, el ahavah/amor es una fuerza para el bien. Es el medio por el que los seres humanos logran la unidad con el Eterno.
Por eso, la próxima persona que vean, ya sea un extraño o su cónyuge, hagan algo en nombre del ahavah/amor, aun cuando no reciban nada a cambio. Introduzcan el ahavah/amor en nuestra vida no sólo en nuestros propios términos, sino más allá de nuestros límites preestablecidos.
Aprendan a amar a su familia de un modo nuevo. Ámenlos no sólo porque son su carne y sangre, sino porque son hijos de Yahweh.
Antes de poner a dormir a sus hijos, denles una nueva clase de beso, un beso lleno con el fuego de su alma Divina. Háblenles sobre el ahavah/amor, y cómo cuidar unos de otros. Verán cómo esta nueva conciencia del ahavah/amor se expande en todo lo que hacen.
Desde un punto de vista tecnológico, estamos viviendo en una era de unidad sin precedentes. Y sin embargo nuestras relaciones personales están más dañadas que nunca. Abracemos el ahavah/amor incondicionado y hagamos de él la misión de nuestra generación. Amémonos los unos a los otros para crear una unidad entre hombre y hombre, entre hombre y Yahweh. Veamos nuestra unidad tecnológica como una oportunidad de introducir el ahavah/amor a todos: primero dentro de nosotros mismos, después en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras naciones, y por último el mundo entero. Introduzcamos LA ESPERANZA QUE HEMOS RECIBIDO del día en que no habrá ni envidia ni lucha, el día en que abunden el ahavah/amor y la unidad.
Ven Yahshua Ha Mashiaj.

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