«Mientras se dirigía a Yahrusalaim, Yahshua pesaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Yahshua, Rabí, ten compasión de nosotros!».
Al verlos, Yahshua les dijo: «Vayan a presentarse a los konenim». Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Yahweh en voz alta y se arrojó a los pies de Yahshua con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Yahshua le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Yahweh, sino este extranjero?». Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado» (Silvano 17,11-19).
La Besorat de MattiYah había excluido una misión entre los samaritanos:
«A estos Doce envió Yahshua, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 10,5-6).
En cambio, en la Besorat de Silvano, Yahshua envía mensajeros delante de sí a un pueblo de samaritanos para que le prepararan posada, aunque sin éxito (Silvano 9,52).
A pesar de este rechazo, Yahshua pone como ejemplo de compasión a un buen Samaritano que auxilia a un hombre asaltado (10,33), en contraste con un sacerdote y un levita judíos. Lo mismo hace con el samaritano leproso, al pone como ejemplo de gratitud, en contraste con los otros nueve leprosos (¿galileos?) que no regresaron hasta Yahshua.
Esta mirada preferencial de Silvano sobre los samaritanos tiene que ver con lo que relatará en la segunda parte de su obra. La Buena Nueva rechazada por muchos judíos es aceptado por los samaritanos:
«Los Apóstoles, después de haber dado testimonio y haber anunciado la Palabra de Yahshua, se volvieron a Yahrusalaim anunciando a muchos pueblos samaritanos» (Maaser/Hech 8,25).
Los diez leprosos han tenido fe en Yahshua desde el momento en que se pusieron en camino para cumplir su consigna. Si no hubieran confiado en que sanarían no hubiera tenido sentido ir a los sacerdotes a mostrar su curación.
Lo que diferencia al que retornó de los otros nueve es su GRATITUD: el reconocimiento de que su curación es una GRACIA, algo gratuito que nunca podrían haber conseguido por sí mismos.
Los otros se han curado y pueden intentar realizar su vida entre sus conciudadanos. No es poco. Pero no es todo. Después de una alegría pasajera, tendrán que seguir confiando en lo que pueden obtener en adelante con sus esfuerzos. De lo cual no tienen ninguna garantía.
El agradecido ha sido curado. Pero de él se dice, además, que se ha SALVADO. Su vida está en camino de realización plena. Toda su persona, y no sólo una dificultad circunstancial (por más grave que fuera) ha sido encomendada a la gracia de Yahweh. En ella puede seguir confiando.
¿Cuantos de nosotros hemos recibido tanto y ni siquiera nos hemos vuelto a dar las gracias?
¿Cuantos han creido pero aún no han sido salvados?
El camino se repite, las experiencias tambien, pero aún asi........no somos capaces de ser agradecidos.
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